martes, 22 de agosto de 2017

Alguien querido tiene cáncer

Cáncer, palabra que encoge el estómago, abruma y dispone a la persona diagnosticada y a su entorno a una situación de vulnerabilidad.

No es para menos, ya que según datos de la OMS el cáncer es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en el mundo. En 2012 se registraron alrededor de 14 millones de nuevos casos y se prevé que el número de nuevos casos aumente aproximadamente en un 70% en los próximos 20 años.

Ante estos datos globales ¿qué se puede hacer? Quizá sólo esperanzarse ante un supuesto y creciente avance científico y una mejora de cuidados clínicos. Pero, ¿qué pasa cuando el cáncer deja de ser un miedo abstracto que afecta a la sociedad para materializarse en un miedo particular, que afecta a una persona presente en la propia vida? ¿Qué pasa cuando alguna persona de tu círculo afectivo es diagnosticada de cáncer?

Sabemos que hay muchos tipos de cáncer, dependiendo de los órganos afectados, de la fase en que se encuentre y de la situación particular de cada paciente. Aún así, parece ser que hay un miedo común que acontece ante el diagnóstico: el miedo al sufrimiento del paciente y el miedo a la muerte.

De este miedo, y como de la mayoría de miedos, cuelgan otros, encadenando preocupaciones que deben atenderse, para minimizar el impacto que puedan tener tanto en la propia psique como en el grupo familiar y social en el que se vive.

Cada ser humano está dotado la capacidad para afrontar las dificultades. Existen diferencias individuales en el momento de gestionar las situaciones dolorosas pero también hay recursos y estrategias que pueden ser útiles para muchas personas.

En esta línea, a continuación se explican algunas acciones que pueden ayudar a cualquier persona adulta a adaptarse a la situación del diagnóstico de cáncer de un ser querido.

1. Darse permiso para la reacción y expresión emocional

Imagínate: te informan que una persona a la que quieres tiene cáncer. La noticia cae como un chaparrón de agua fría, pero debes seguir con tus responsabilidades del día a día, probablemente a un ritmo veloz y eficiente. Aún así, hay que encontrar un espacio tiempo para la integración emocional de la noticia, dejando espacio a conectar con las emociones que esta genera.

La tristeza, rabia, frustración, enfado... son emociones que socialmente se consideran negativas pero aun así, negarlas no facilita las cosas, todo lo contrario. Date permiso para sentirlas y expresarlas.

Quizá hay que esforzarse para dar un espacio a las emociones que te invaden. Cómo? Encontrar tu vía de expresión será el primer ejercicio. Hay personas que viven sus emociones en solitario, encontrando un espacio silencioso donde llorar, respirar profundamente o gritar. Otras, utilizan un diario donde expresar libremente sus emociones.

Si la soledad no es un espacio reconfortante para ti, conecta con personas con las que confíes para expresarte y poner palabras a tus nudos emocionales. Se sabe que el hecho deverbalizar las emociones, ya tiene un importante efecto terapéutico.

2. Si las emociones inundan, hay que buscar el reflote

A pesar que hay que dejar espacio para conectar con las emociones, también hay que atender al peligro que estas alcancen niveles desadaptativos para el propio equilibro.

Es decir, la tristeza o rabia pueden aparecer, pero si se mantienen por largos períodos de manera intensa y afectan por ejemplo a la calidad del sueño, a los patrones de alimentación o a las relaciones afectivas, hay que buscar ayuda.

En las situaciones en que las emociones parecen inundar la vida, no es más valiente quien pretende nadar solo tragando agua, sino quien es capaz de buscar la tabla para reflotar.

3. No tengo formación médica y no entiendo nada, ¿qué hago?


Ante el diagnóstico de cáncer surgen muchas dudas relacionadas con conceptos médicos con los que a veces no se está familiarizado. Actualmente disponemos de un acceso a la información de manera rápida, cosa que no siempre es bueno.

Es posible que ante los informes médicos surja la necesidad imperiosa de saber más, por lo que acabamos sumergidos en Internet leyendo cosas que quizá lejos de tranquilizarnos, todavía exacerban más nuestros miedos.

Ante esto, quizá es mejor dejar de buscar por nuestra cuenta y anotar en una libreta las dudas y cuestiones relacionadas con la enfermedad y contrastarlo con el equipo médico que lleve el caso. Hay que recordar que cada persona y cada proceso tiene sus características y por tanto, es mejor informarse de la situación particular.

4. Seguir el día a día, el mundo no se para

Aunque parezca que el mundo se ha detenido, el día a día debe seguir, más allá de que el pronostico sea más o menos favorable. Podría parecer insensible, però es por el bien de la persona enferma y de su entorno. Hay que esforzarse para que el cáncer no sea el protagonista, y abrir espacios y momentos donde relajarse, en la medida de lo posible, y encontrar pequeñas cosas que generen bienestar.

En este sentido, no es necesario hacer una lista de "cosas que hacer antes de morir" y hacerlas, sino que quizá es más importante el arte de valorar las pequeñas cosas y enriquecer la cotidianidad: regalar y regar una planta aromática, jugar, pasear, recordar buenos momentos, cocinar, ver el mar, mirar fotografías, películas, escuchar música...

Es posible que exista desmotivación, inapetencia o dificultad para emprender algunas actividades. Si esto pasa, podemos basar las acciones en un objetivo sencillo y muy potente: reír. La risa está implicada en la generación de opiáceos (sustancias naturales que segrega el cerebro para afrontar el dolor) y es una de las herramientas más potentes.

Contar chistes, anécdotas, historias, o reír, aunque sea sin ganas, hasta conseguir la risa auténtica y hasta contagiarla. Hay que probarlo, pocas cosas son tan agradecidas como la risa humana. Encontrar la manera de hacer reír a una persona que sufre puede ser una de las acciones más poderosas que puedas hacer en estos momentos.

Si la gravedad de la enfermedad dificulta el movimiento o actividades cognitivas complejas, basemos la acción entendiendo este concepto: la compañía nutritiva. En ese sentido, acompañar sin forzar, sólo permitiendo que la persona que tiene cáncer se sienta acompañada, tanto para expresar sus emociones, preguntar dudas, contrastar opiniones o compartir el silencio.

Referencias bibliográficas:
  • Kleihues, P., & Cavenee, W. (2000). World Health Organization classification of tumours. Pathology and genetics of tumours of the nervous system. IARC, Lyon.
  • Jaimes, J., Claro, A., Perea, S., & Jaimes, E. (2011). La risa, un complemento esencial en la recuperación del paciente. Med UIS, 24, 1-6.
FUENTE: https://psicologiaymente.net


Anna Campos TomàsAnna Campos Tomàs Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Experiencia en mediación y dinamización de grupos.

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